Cuenta la leyenda que el primer Silva del que tengamos registro, Don Telésforo Silva, era un tipo muy parco. Un porfiado. Albañil de la construcción del primer banco en la historia de Chile. Una noche nubosa, a la salida de la obra, Don Telésforo Silva se prendió un cigarrillo mientras caminaba por los suburbios de Santiago. En eso, de la oscuridad tras él, surge un linyera y le pide un pucho.
A esta altura de la leyenda que me contaba mi abuela cuando era chico, siempre me detengo a pensar que Don Telésforo Silva pudo:
Pero Don Telésforo Silva no era ninguno de esos. No, señor. Él se dió vuelta, se le acercó a paso firme, lo miró fijo a los ojos y espetó: “¡Andá a laburar vago de mierda si querés cigarrillos!”. En ese momento la luna logró despejarse por completo bañando todo con su pálida luz. Fue entonces cuando, lógicamente, el mendigo sacó un puñal y se lo clavó de lleno en las costillas. Un segundo antes de hundirse, el puñal refractó perfecta aquella luz pálida en una suerte de destello lunar inexplicable. Pero lo que sí sabemos es que Don Telésforo terminó en la calle, tirado, con su cigarrillo aferrado a sus dedos. Y todos los demás aún en el paquete, ya que el mendigo retiró el puñal y se alejó hacia otras sombras sin tomar ninguno.Don Telésforo Silva murió al poco tiempo, pero no murió por la puñalada. Fue hospitalizado y se recuperó de la herida en su internación. Pero a raíz de esa puñalada se despertó un cáncer, intratable en esas épocas, que lo terminó de matar en pocos meses. A partir de entonces todos los Silva de mi familia mueren jóvenes y de cáncer.
La leyenda tiene también una versión alternativa, más de la corriente de mis tíos, en la que Don Telésforo en realidad fue apedreado. Pero es tan incomprobable como la primera y yo decido descartarla por su posible connotación bíblica.
De una u otra forma esto implica una maldición que pesa en mi familia de generación en generación.
Preocupados por mi futuro, con un amigo elaboramos un día la teoría de que para cortar con la maldición teníamos que viajar a Chile, buscar a un descendiente del mendigo y convidarle un cigarrillo. O apuñalarlo primero. Teníamos ambas. Pensábamos probarlas en ese orden.
Pero por lo pronto con mi hermano vamos a esperar a ver qué pasa con mi viejo y mi tío para ver qué hacemos.
Hasta entonces, decidí llevar siempre conmigo fuego y tabaco para convidar a todo el que lo pida. No sea cosa, ¿no?. Hay que estar prevenido, nunca se sabe cuando le toque a uno vivir una leyenda.